El problema de los Wao, contactados y no-contactados, no es nuevo.
Hace tres años escribí un artículo que, espero, pueda aportar a comprender parte del problema y de las salidas. Ahora hay nuevos elementos, pero lo presento en la versión original.
Quito, mayo 2010
“Esta es nuestra tierra, nuestra vida, nuestra selva,
no sabemos de Ecuador, ese nombre pusieron recién nomás,
nuestra tierra es de siempre, cuando nació el sol.
Tenemos veinticinco comunidades en donde no queremos que se moleste más,
y las veinticinco se van a unir para defender.
No queremos que entren donde no es problema,
vamos a hacer un solo camino, un solo corazón.
Tigre, águila y Waorani son uno sólo, una sola selva, una lucha.”
Moi Enomenga
PREGUNTAS
Tenía terminado el artículo sobre el ITT-Yasuní. Habíamos convenido en presentarlo para llamar a la campaña 407: no contactados, asumiendo como base el Art. 407 de la Constitución vigente que dispone que sólo con la autorización de la Asamblea o la aprobación de una Consulta Popular, se puede explotar recursos naturales no renovables, incluida la explotación forestal, en áreas protegidas y zonas intangibles.[2]
Aún más, en los territorios de los pueblos en aislamiento voluntario está vedada todo tipo de actividad extractiva, y el Estado está obligado a precautelar la vida y los derechos de estos pueblos; la violación de los mismos constituirá delito de etnocidio.
El tren estructural ITT y el Bloque 31, están dentro del Parque Nacional Yasuní, y una parte incluso está dentro de la Zona Intangible ZITT, por ende cualquier actividad extractiva, definida en el Art. 407 de la Constitución, debería contar previamente con la resolución favorable de la Asamblea Nacional. En este sentido, los actos administrativos impulsados por las instituciones de la Función Ejecutiva, conocidos como Plan A (Iniciativa Yasuní, para dejar el crudo en tierra), y todas las acciones relacionadas con el denominado Plan B, es decir la explotación del ITT y del Bloque 31, transgreden la Constitución de la República.
Pero me encontré con una amiga que estaba trabajando con los Wao. Le expuse mi versión y me preguntó: ¿qué crees que piensan los Wao? Me di cuenta que había abandonado la mirada del oprimido. Estaba influido por una mirada externa. La grandeza de la revolución está en la capacidad de los simples, de los cualquiera[4] en conectar la vida con la historia. El presente-ahora[5] no es solo una condensación temporal del pasado, sino también una condensación de los sujetos que pueden abrir un nuevo tiempo.
La pregunté, ¿y qué piensan los Wao y, sobre todo los pueblos no-contactados? Otra vez me respondió con una pregunta, ¿crees que son diferentes? Le miré asombrado y me di cuenta que había colocado la frontera, la diferencia, el desacuerdo, en donde no estaba.
Ella continuó: el primer paso para escucharlos es asumir que el pueblo Wao es uno solo; entre los contactados y los no-contactados o mejor, en aislamiento voluntario, hay lazos sociales, familiares, primos, abuelos, nietos, esposos, hijos. Sobre todo ahora, después de las rupturas provocadas por las misiones católicas y evangélicas en los sesenta, ha empezado el reencuentro, el reconocimiento. Son dos estrategias ante un mismo problema: la vida reducida a su forma extrema, la supervivencia como pueblos. Ahora los Wao han tomado conciencia que van camino a la desaparición, un etnocidio; y buscan salidas en la negociación con el Estado o en el distanciamiento. Hay cada vez más jóvenes que retornan a la selva, al aislamiento voluntario, pues sienten que el contacto les ha empobrecido. Hace cincuenta años los Wao eran dos mil, ahora siguen siendo dos mil; y los contactados viven en situación de empobrecimiento. Los Wao siempre dicen la verdad, aunque pueden fabular.
EL RITO
Después de la victoria, el guerrero shuar ejecuta la ceremonia sagrada de la tzantza; corta la cabeza del guerrero vencido y la reduce hasta la dimensión de la incorruptibilidad. El objetivo es atrapar el espíritu del vencido, para que no pueda vengarse en la otra vida y trasladar la fuerza al vencedor. Es un rito de guerra, pero está ligado a la vida, a la prolongación de la vida.
El juego del gobierno y las transnacionales petroleras en el Yasuní-ITT va en dirección contraria. La tzantzificación de la selva por el asedio de las petroleras y las madereras, la tzantzificación del ITT, con la eliminación progresiva de las dos T, apunta a un proyecto de muerte, a la prolongación de la vida del capital extractivo a costa de la vida de la madre naturaleza, de la vida de los Wao contactados y no-contactados.
EL DILEMA
Se trata de una historia aciaga, en medio de una oportunidad y un dilema civilizatorios. Se presenta como una paradoja ambiental: sobre el territorio de la Amazonía se cruzan el Yasuní y el ITTI (Ishpingo-Tambococha-Tiputini-Inmuya), una de las áreas de mayor diversidad en el mundo y la reserva de mil millones de barriles de crudo pesado. Pero, ante todo, está el territorio de vida de los Waorani, de los cuales forman parte las comunidades y pueblos no-contactados o, mejor, en aislamiento voluntario.
En el Yasuní se cruzan el modelo extractivista más atrasado y la opción ecológica más avanzada. Allí se traza una frontera geopolítica entre el moribundo capitalismo extractivista y el utópico socialismo; entre la modernidad instrumentalizadora de la madre naturaleza y la semilla de una nueva relación de respeto y armonía entre la naturaleza y el ser humano; la batalla entre el pragmatismo del bio-poder y el sueño del retorno al paraíso perdido.
EL TIEMPO ORIGINARIO
Un tiempo inmemorial y originario: el Yasuní era – es todavía – el territorio de la anaconda, del jaguar, los paujiles, chontaduros y manatíes, de los Wao.
“Esta nacionalidad indígena tiene actualmente una población de alrededor de 2000 personas distribuidas en 38 comunidades ubicadas en tres provincias de la Amazonía: Provincia de Orellana, cantón Orellana, parroquia Dayuma; y cantón Aguarico, parroquias Tiputini, Yasuní y Santa María de Huiririma; Provincia de Pastaza, cantón Arajuno, parroquia Curaray; Provincia del Napo, cantón Tena, parroquia Chontapunta. Además de estas 38 comunidades (algunas resultado de antiguos clanes y las más nuevas formadas a partir de la reducción del ILV y asentamientos petroleros), existen 2 grupos Waorani sin contacto, estos son los Tagaeri y Taromenane.”
El Parque Nacional Yasuní es uno de los Refugios de Vida del Pleistoceno, sitios que se formaron durante los cambios climáticos drásticos que tuvieron lugar en el período cuaternario. En este período se formaron islas de vegetación que sirvieron de refugio de especies de flora y fauna, y que constituyeron centros de formación de nuevas especies.
El Yasuní protege un amplio rango de la comunidad de vegetales arbóreas, considerada como la más diversa del mundo, la cual se extiende desde el occidente del Ecuador y el noreste de Perú hasta el Brasil. 1762 especies de árboles y arbustos han sido descritas en el Yasuní, más de 366 de ellas no han sido clasificadas aún por la ciencia occidental. Otras 116 especies de árboles han sido recolectadas en zonas aledañas. Por lo que se estima que en el Yasuní podría haber unas 2.244 especies de árboles y arbustos. Sólo dentro de una hectárea de esta área protegida se han encontrado 644 especies de árboles. Para poner este número en perspectiva, hay tantas especies de árboles y arbustos en una hectárea del Yasuní como existen árboles nativos para toda América del Norte, estimado en 680 especies. Se han registrado además, más de 450 especies de lianas y 313 especies de plantas vasculares epífitas.
El Yasuní posee el récord mundial para tierras bajas en el número de epífitas por parcela estudiada. Es uno de los lugares más diversos de aves en el mundo, donde se han registrado 567 especies. Protege cerca del 40% de todas las especies de mamíferos de la cuenca amazónica. A esto debe sumarse que es el área con el número más alto registrado de herpetofauna en toda Sudamérica, con 105 especies de anfibios y 83 especies de reptiles documentadas. Así como una inmensa diversidad de peces de agua dulce con 382 especies y con más de 100 mil especies de insectos por hectárea.
Este Parque es también territorio ancestral de la nacionalidad Waorani y de los pueblos libres en aislamiento voluntario Tagaeri, Taromenane y Oñamenani, que inicialmente se extendía sobre un área aproximada de 2´000.000 ha, entre la margen derecha del río Napo y la izquierda del Curaray. El pueblo Waorani, es cazador y recolector y requiere de una extensión grande para mantener sus prácticas de producción y consumo. Su condición de cazadores recolectores les obliga a moverse en un vasto espacio.
La presión de la apropiación del territorio por parte de las compañías petroleras, a través de las concesiones; de los madereros, a través de la compra de bosques; de los colonos que se posesionan de las fincas; del Estado que declara tierras de colonización, etc., redujo la zona de movimiento de los Waorani.
EL ASEDIO
La selva y los pueblos originarios fueron cercados progresivamente. El asedio siguió cuatro vías principales: la evangelización de los pueblos no contactados, la invasión extractivista, la ocupación militar y la institucionalización ambiental.
Los contactos con el mundo occidental se iniciaron en 1958 a través de los misioneros evangelistas del Instituto Lingüístico de Verano (ILV). El trabajo de la misión evangélica consistió en despejar la zona para que las petroleras entraran: la cruz y la espada de los tiempos de la Colonia fueron sustituido por la cruz y las torres petroleras. El ILV propuso la creación de una reserva indígena que finalmente fue creada en 1983, con extensión de 612 mil hectáreas. En 1990 el Estado les reconoció un territorio reducido a 612.560 hectáreas y en el documento de entrega precisaba que el subsuelo sería administrado por el Estado: “los adjudicatarios no podrán impedir o dificultar los trabajos de exploración y/o explotación minera e hidrocarburífera que realice el Gobierno nacional y/o personas naturales o jurídicas legalmente autorizadas”. El territorio legalizado equivale a un tercio de su espacio físico ancestral.
La invasión continúa con la expansión de las concesiones petroleras y las invasiones extractivistas. Los 2 millones de hectáreas del hábitat de los Wao fueron cuadriculadas por bloques petroleros; fueron invadidos con la entrada de colonos y madereras que talan los bosques y se apoderan de los territorios; y fueron diluidos con la incorporación al IIRSA, como zona de peaje global en torno al eje Manta-Orellana-Manaos.
Las empresas petroleras “utilizan todas las estrategias posibles e inimaginables para apropiarse de los recursos naturales, como el petróleo: lanzar regalos con cintas de colores desde los helicópteros; conducirlos violentamente a los llamados “protectorados”; contactarlos a través del Instituto Lingüístico de Verano – ILV, una “misión evangélica” con el fin de pacificar a los “salvajes”; formar cuadrillas armadas, algunas de ellas con los mismos indígenas, para enfrentar sus ataques en defensa de sus territorios; crear organizaciones que representen a los Waorani para realizar convenios de “colaboración”; realizar gestiones gubernamentales que respalden sus operaciones…”[8]
Dentro del territorio ancestral Waorani, se han abierto hasta la actualidad ocho campos y siete bloques petroleros, estos últimos de 200 mil Ha. cada uno. Haciendo un cálculo de la extensión del Parque entregada a cada uno de los bloques, suman alrededor de 492.000 Ha, lo que significa que el 50 % del Parque Yasuní está entregado a empresas petroleras para la explotación hidrocarburífera. Esto representa toda la parte norte del parque, la parte sur no ha sido concesionada gracias a que fue declarada Zona Intangible en 1999 y delimitada en el año 2007.
En el asedio petrolero sobre el territorio Wao y el Parque Nacional-Reserva de Biosfera Yasuni, intervienen varias compañías: Bloque 16 de Repsol-YPF (España), Bloque 31 de Petrobrás, Bloque 21 de Perenco (Francia), Bloque 10 de AGIP (Italia), Bloques 14 y 17 de Petroriental (China), Tiguino de Pacifpetrol (Ecuador), ITT/Bloque 43 de Petroecuador.
Las actividades petroleras en la zona han sido resguardas por las Fuerzas Armadas ante el “peligro” del ataque de los “Aucas”. En el año 2001 se firma un convenio marco entre las Fuerzas Armadas y las Compañías petroleras que operan en el país: las FFAA se comprometen a brindar seguridad física a las instalaciones y a los funcionarios de las empresas, a cambio, las petroleras se comprometen a brindar logística a los militares.
El 1 de octubre del 2003 Repsol firmó el “Contrato de Seguridad Militar para el bloque 16, Ecuador” donde se establece que “Los trabajos y cualquier otra actividad que el contratista (el ejército) ejecute en el Área de Operaciones cumplirá… con cualquier instrucción que por escrito sea dada por la Compañía (…) La compañía tratará con las comunidades indígenas en el Área de Operaciones y dará las directrices de conducta que el contratista debe observar en referencia a estas comunidades indígenas. Las Fuerzas Armadas se convierten en ejércitos particulares de la empresa.
Estos convenios fueron anulados a finales del 2005 y a cambio se creó dentro de la Institución Militar un departamento de Seguridad petrolera. En el año 2007, el gobierno de Correa firmó un decreto para militarizar los campos petroleros en la Amazonía.
La institucionalización ambiental cierra el cerco. El Parque Nacional Yasuní fue creado el 20 de noviembre de 1979 y en 1989 entró a formar parte de la Reserva Mundial de Biosfera, dentro del programa del Hombre y de la Biosfera de la UNESCO. La extensión protegida es de 982.000 ha. En 1999, una parte del Parque Yasuní fue declarada como “Zona Intangible”, la misma que fue delimitada en el año 2006.
El manejo del Parque debe estar sujeto a las Estrategias de Sevilla, que determinan que en toda reserva de la Biosfera, las únicas actividades que se pueden desarrollar, para garantizar el equilibrio y la no contaminación, son: actividades cooperativas compatibles con prácticas ecológicas racionales como educación ambiental, recreación, ecoturismo e investigación científica. Las “zonas intangibles” son espacios en que, por su importancia biológica y cultural, no puede realizarse ningún tipo de actividad extractiva debido a su valor ambiental, no solo para la región, sino para el país y el mundo.
Todas estas categorías de protección responden a dos objetivos: proteger y preservar innumerables especies animales y vegetales en peligro de extinción; y legalizar-institucionalizar un espacio externo al área “protegida” para la expansión libre de la explotación petrolera.
No solo se trata de pueblos no contactados, sino pueblos olvidados y asediados. Los límites trazados sobre los mapas terminan por cooptar una parte de los pueblos Wao y por cercar a otra parte, hasta exterminarlos. Pueblos enteros, como los Tetete, desaparecieron y otros, como los Tagaeri o Taromenane, correrán la misma suerte, si continúa esta caravana de conquista de la Amazonía.
LA LUCHA DE LOS PUEBLOS Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
Una larga historia de resistencia popular, que tiene algunos logros: la expulsión del Instituto Lingüístico de Verano, el enjuiciamiento a la TEXACO-Chevron, la expulsión de la OXY y la recuperación del Bloque 15, la introducción de la conciencia sobre los territorios ancestrales, la construcción de un imaginario de respeto a la madre tierra, la visibilización de los pueblos originarios.
La lucha pasa a un nuevo escalón: están en juego la vida de los Wao y la defensa de biodiversidad y de los derechos de la madre-tierra.
LA ESTRATEGIA DEL BANCO MUNDIAL
El Banco Mundial vino a destruirnos y a mudarnos como a perros. El gobierno acepta el dinero del Banco Mundial para echarnos del bosque en nombre de la conservación. ¡Todo es un fraude! ¡La conservación es un fraude![13]
En el capitalismo los seres humanos y la naturaleza son integrados en la matriz del mercado. En el neoliberalismo esta tendencia llega a su forma extrema. La naturaleza puede ser mercantilizada y visualizada a nivel planetario como una sola dimensión política, económica, jurídica y social, es decir, geopolítica. Para el capitalismo no debe haber territorios libres de relaciones mercantiles.
El uso intensivo e irracional de los recursos naturales se convierte, gracias a la taumaturgia de la ideología del Banco Mundial, en un discurso de poder que permite la vigencia y consolidación de las estrategias de privatización de la naturaleza, mediante la trasnformacion en servicios ambientales.
Dentro de la reforma estructural del Banco Mundial consta la privatización de la naturaleza, de la vida y del agua. La privatización y las guerras del agua, la colonización de los ríos, la presión por la minería a gran escala, por la producción de biocombustibles, por la industrialización a nivel mundial de los transgénicos, por la monopolización de patentes de medicamentos esenciales para la vida, por la biopiratería y la propiedad intelectual y control de patentes y marcas por parte de las corporaciones transnacionales, la utilización de territorio nacional como paso de peaje global, son parte de ub modelo extractivo, articulado a las dinámicas de la acumulación en los países y poderes centrales por desposesión de los países dependientes.
En el año 2000, la cumbre de presidentes de América del Sur, dan inicio a la Iniciativa de Integración de la Infraestructura de Sud América, IIRSA, que convierte al modelo extractivo en el fundamento de la integración, a menudo bajo el discurso bolivariano. Esta iniciativa hace de los territorios el centro de disputa, control y dominio. Los territorios son el nuevo momento de la acumulación del capital.
Para ello, los territorios deben convertirse en espacios vacíos de historia y de memoria para que puedan ser integrados de manera coherente y estructurada al mercado mundial. Deben ser espacios libres de toda interferencia a los “derechos de propiedad”. Por ello, el capitalismo necesita vaciar, en el sentido más literal que se pueda dar al término, estas territorialidades, como condición previa para su apropiación y mercantilización. Vaciar esos territorios implica romper la memoria que los constituye y los forma, porque los territorios no son espacios meramente físicos sino construcciones culturales que han tardado décadas, y en algunos casos, siglos en construirse. Un proceso de vaciamiento a través de la incorporación de los pueblos que habitan estos territorios como fuerza de trabajo que opere bajo las condiciones impuestas por las corporaciones que desarrollarán los respectivos proyectos industriales y productivos, o, en su defecto, ser expulsados y criminalizados, o en su forma más extrema, ser extinguidos.
LA AMENAZA DEL ASEDIO FINAL
El 18 de abril del 2007, el presidente Rafael Correa, anunció la adopción de una política gubernamental para salvaguardar la vida de los pueblos que vivan en aislamiento voluntario, asumiendo la responsabilidad de proteger sus derechos fundamentales y comprometiéndose a destinar esfuerzos para superar las amenazas de exterminio y garantizar la defensa de los derechos humanos, colectivos e individuales.
Desde diversas organizaciones ambientalistas se levanta la propuesta de no sacar el crudo del subsuelo, Yasuni / ITT, bajo el discurso de un “nuevo modelo energético y de desarrollo que enfrenta simultáneamente el cambio climático, la conservación de la biodiversidad y la evolución hacia modelos de producción y consumo perdurables.” Para ello se propone abrir un proceso de “compensaciones” que deberían ser aportadas por el capital mundial y los países desarrollados, en la línea del discurso de la deuda ecológica. El dispositivo financiero era la constitución de un fideicomiso.
Con ello, más allá del discurso, se abría la puerta a que la propuesta se desplace hacia el campo del mercado de servicios. Correa utilizó esa ambigüedad para moverse en un doble discurso: el Plan A y el Plan B; el discurso de los derechos de la naturaleza y de los pueblos no-contactados y el discurso de la necesidad de explotar los recursos con tecnologías no contaminantes, discursos mediados por la búsqueda de “compensaciones”. El discurso ambiental se ha convertido en el “nuevo opio de los pueblos”, bajo su doble versión del anuncio de catástrofes que se mueve dentro de la estrategia del skock; o de la utilización como velo que neutraliza las iniciativas sociales y deja el campo para la ofensiva de los grandes poderes ocultos.
Apareció el juego de los países desarrollados y las trasnacionales en torno al mercado de servicios, bajo la forma de bonos de emisiones de carbono, “como un derecho a arrojar a la atmósfera cierta cantidad de gases con efecto invernadero, que puede venderse o comprarse en el mercado…” El proyecto ITT/Yasuní podía ser vendido como la mejor oportunidad para ese mercado.
Pero en realidad el juego de fondo del Gobierno y las transnacionales petroleras y mineras está en el modelo extractivista. El signo está en los dos proyectos estrella del régimen: la Refinería del Pacífico en el Aromo, en alianza con PDVSA; y el eje multimodal Manta-Orellana-Manaos, con el dragado del Río Napo para convertirlo en hidrovía, como parte de los proyectos IIRSA. Los dos necesitan la aplicación del Plan B, la explotación del ITT y la intervención en el Yasuní. Ante los problemas de liquidez fiscal del régimen ésta es la única salida, es la realidad.
El problema para Correa era cómo salir del discurso del Plan A y las ofertas de la Constitución sobre los derechos de la naturaleza y de los pueblos en aislamiento voluntario. Los plazos se acortaron hasta el momento simbólico de la Cumbre de Copenhague, definida por los impulsores de la propuesta del crudo represado como la tribuna para la firma del fideicomiso, para iniciar el depósito de las compensaciones ofertadas que según la Comisión negociadora nombrada por el Gobierno en ese momento habrían llegado a 1.700 millones de dólares, es decir la mitad del monto buscado.
En la sabatina del 9 de enero, Correa torpedeó el Plan A; anunció el rechazo a “condiciones vergonzosas que quieren imponer países donantes” en el fideicomiso del proyecto Yasuní ITT. La iniciativa no es verdad que ha fracasado, “pero no vamos a permitir que nos traten como colonia, no han entendido el cambio de época y que aquí hay soberanía.” Indicó que los países que quieren apoyar esta iniciativa quieren tener mayoría en el fideicomiso y calificar los proyectos, pero enfatizó, “nosotros no vamos a recibir órdenes de nadie, yo di la orden que no se firme ese fideicomiso en esas condiciones vergonzosas.” Advirtió que si no se cambian las condiciones en el fideicomiso a partir de junio empezará la explotación del yacimiento Yasuní. El discurso de la soberanía para encubrir la verdad del modelo extractivista.
Si en los sesenta la invasión evangelizadora de las Misiones iniciaron el cerco; cincuenta años después, las políticas neointicuionalistas y el modelo extractivista del Gobierno de Correa cerrarían el cerco en un asedio final que abre las puertas a un etnocidio lento y progresivo.
LAS DEMANDAS DE VIDA
La estrategia actual del pueblo Wao está orientada a detener el peligro de la muerte, del etnocidio, en el centro está la defensa de la vida.
La estrategia actual del pueblo Wao está orientada a detener el peligro de la muerte, del etnocidio, en el centro está la defensa de la vida.
Revista: LA LINEA DE FUEGO
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